Alfarería «La Fábrica», pioneros en Pereruela

Posted By on May 30, 2013 in Historias de chimeneas


"La Fábrica", pioneros en Pereruela

“El barro de Pereruela cambia el sabor de la comida. Es por lo que tiene tanta fama. Este barro es único … ya sabes, el caolín (barro blanco) y la mica …”, comenta orgullosa Eladia Rivera, ahora jubilada, pero que junto a su marido Afelio Garrote ha dedicado más de 30 años a su negocio de alfarería en Pereruela; una localidad situada a unos quince kilómetros de Zamora. Una pequeña empresa familiar, “Alfareria la Fábrica”, que ahora regentan sus dos hijas.

Pereruela, entrada a la localidad

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Alfarería "La Fábrica", Pereruela

Pioneros

A un lado y a otro de la carretera, cuando ya tenemos a la vista el panel que anuncia la entrada a la localidad, empezamos a reparar en los primeros establecimientos dedicados a la venta de cacharros de alfarería. «La Fábrica” es uno de esos negocios, aunque, puntualiza Eladia, ellos fueron “los pioneros”. “Se estaba acabando la alfarería en Pereruela. Esto se moría y sólo quedaban tres alfareros. Fue idea de mi marido y mi cuñado -Agustín Garrote-, que aunque no eran alfareros -sus padres habían tenido un bar- contrataron a algunas mujeres y enseñaron a la gente joven. Fuimos los primeros que tuvimos trabajadores. Esto funcionó y entonces los hijos de los alfareros también empezaron a hacer sus naves”. Negocios que ahora se ven a las afueras del municipio. Ahora, en la alfarería “La Fábrica” trabajan siete mujeres y tres hombres. Todo se hace a mano.

Elaboración de una pieza, a mano.

Las cajas y las etiquetas.

Antiguamente, cuenta Afelio, se hacían tres tamaños de cazuelas. Se llamaban “tres en caja”, y el comerciante “tenía que llevarse las tres”. En la alfarería, Garrote cambió la forma de vender y la forma de hacer las piezas, variando los tamaños y el empaquetado. “Antiguamente se envolvían en bayones – raíces que se criaban en las riberas del rio – que las mujeres cortaban. A las cazuelas se les metía algún periódico, por si acaso. Aquí nunca había habido una caja hasta que nosotros empezamos a usarlas. Pusimos también las pegatinas y garantizamos las piezas”, explica.

Piezas expuestas en la tienda de "La Fábrica"

La alfarería, un saber de mujeres.

Aunque algunas voces como la de Ramón Manuel Carnero apuntan a que se ha mitificado “en exceso” la atribución “exclusiva de la hechura de esta alfarería a las mujeres” y que éste no es trabajo “exclusivamente femenino”, lo cierto es que Eladia insiste en que ésta sigue siendo “una profesión de mujeres”. Ambos nos cuentan que antaño “había que ir con los burros a vender. Era muy esclavo. Se trabajaba de rodillas. Las mujeres de los alfareros, que hacían dos o tres cazeuelas a ratos, iban a Las Barreras – zona comunal – con un cesto a las espaldas, a buscar el barro”. En su momento, Afelio y su hermano Agustín, como antes se había hecho en carro, cogieron el coche y empezaron a recorrer las tiendas de diversas ciudades. “Antes se iba en burro y los más aventureros llegaban hasta Burgos y León”, relata Eladia.

Un barro privilegiado

Pereruela presume de poseer en sus tierras un barro privilegiado por sus cualidades refractarias, por la forma de extracción y manipulación y por sus cualidades culinarias. Unos atractivos que les permiten realizar envíos a Estados Unidos, Inglaterra e incluso Filipinas. “Este barro es único, no sólo en España. Las cazuelas que hacemos son para ir directas al fuego. Los japoneses, por ejemplo, se han lanzado a comprar barro de Pereruela, pero lo que nos mantiene la plantilla es el mercado español”, explica Eladia.

El barro de Pereruela, materia prima única

La Variedad. Tradición e innovación.

Al entrar en la tienda de esta fábrica uno se pierde entre tanta variedad de cacharros. Casi todos, desde los más antiguos a los más novedosos se han modelado para satisfacer unas necesidades: asadores, platos de chuletón, pucheros, hornos, cántaros, vajilla de cocina, etcétera. ¿De dónde surgen todas esas formas? “Nosotros no inventamos. La gran variedad de cazuelas y los diversos tamaños van en función de lo que nos va pidiendo la gente”. Encontramos cazuelas bajas para pescado y arroces, incluso otras de menor altura «para cocinar bacalao al pil”, puntualiza Afelio. Ambos cuentan que igual puede venir un cocinero de Segovia, como ha ocurrido, y decirle: “Quiero hacer cochinilllo, pero que no toque el agua”, o un asturiano que quiere cocinar “chorizo a la sidra”. El horno de leña u horno de barro es el producto rey en la alfarería. El almacén esta repleto de hornos de todos los tamaños, pero cada uno es único.

Los hornos de barro, en el almacén

Afelio Garrote, en el almacén

Uno de los recipientes que más llama la atención por su historia y tradición es la “puchera ferroviaria”. “Antiguamente, los maquinistas y la gente que trabajaba en el tren, en los viajes largos – por ejemplo, de Santander a Madrid – cocinaban en una olla. Comían cuando paraban en las estaciones. Pero ahora la gente lo usa todos los últimos domingos de cada mes, cuando se hacen las ferias. En Balmaseda, por ejemplo. La tradición de la puchera ferroviaria perdura y vienen particulares de Bilbao aquí a comprar la olla. Después ellos terminan el diseño como quieren”.

La puchera ferroviaria

Olla ferroviaria, con soporte metálico